Hace no demasiado tiempo compartimos una pequeña anécdota: una joven mexicana se hizo viral al publicar un video sobre por qué iba a dejar la preparatoria. La adolescente decidía abandonar los estudios, salirse de un sistema educativo sin demasiado sentido y perseguir sus sueños a base de tesón y aprendizaje autodidacta. La joven despertó una enorme polémica en el país, y una buena parte de los lectores la acusaron de irresponsable: los estudios es lo que saca a la gente de la pobreza.
Para desgracia de todos, Mars parecía tener, en parte, razón: los estudios no son una garantía de éxito en la vida. Al parecer, podría significar justamente lo contrario. Como ha sentenciado acertadamente el columnista Enrique Galván Ochoa, los mexicanos estudian para ser pobres. Si en 2005 un profesional universitario estaba ganando 24.000 pesos mensuales, en 2016 su poder adquisitivo había caído hasta los 14.000 pesos. La media nacional de salario de los titulados en cualquier ámbito era en 2005 de 11.500 pesos, y ahora 7.600.
Ahora, enfocándonos exclusivamente en el contexto de Baja California; más de la mitad (con un 67%) de encuestados han hecho ver su poca satisfacción salarial una vez que egresaron, mientras que sólo el 15.6% han respondido que sí, por otra parte, el 14. 2% lo marcaron como regular y sólo el 2.4% de los participantes no terminaron su carrera.
Entonces, si analizar números es lo que haremos; una de las posibles causas a esta enorme brecha salarial se deba a la creciente cifra de egresados que va en aumento año con año. Según datos del SISTEMA EDUCATIVO ESTATAL, tan sólo en el ciclo escolar 2012-2013 egresaron 100,068 jóvenes, se pronostica un aumento a 120,789 para el ciclo 2017-2018 y 137,731 para el ciclo 2021-2022.
¿Acaso es el principio básico de los mercados, la ley de la oferta de la demanda, el principal causante de esta merma salarial ante el creciente número de profesionistas que salen año con año?, ¿O será la inflación y la fuerte volatilidad del dólar que afecta fuerte y directamente el valor de los productos?, ¿O simplemente, no estamos preparados para recibir tanta mano profesionista que deja en evidencia nuestra incapacidad de generar espacios para ese tipo de perfiles?
Curiosamente, el salario promedio en México es de 7.365 pesos, que es a su vez menos de la mitad del promedio de la OCDE (16.000 pesos) y de la cifra recomendable para que tu población tenga una vida cómoda y suficiente para pagar los servicios básicos.
Esta información hay que leerla junto a otra estadística: los mexicanos han progresado en sus niveles de estudios enormemente en las últimas décadas, con unos índices de educación exitosa que pueden envidiar algunos países europeos y latinoamericanos. En el año 2000, casi la mitad de la población del país era iletrada o no había terminado la educación primaria. Para 2016 ese nivel había caído al 32% de la población, y el 22.3% de los ciudadanos tenía educación preparatoria y superior.
Es decir, que los sueldos de gente con licenciatura o posgrado han recibido una tajada del 38%. Años de formación y de sacrificios, de tiempo que pierdes no trabajando para encontrar una mejor salida, para que el sistema recorte tus potenciales beneficios y te deje en un nivel de riesgo de pobreza sólo un poco superior a la población general. La movilidad social no existe.