Érase una vez un país donde todos nos ayudábamos los unos a los otros… o al menos eso nos dijeron. Que el mexicano se une para todo, que nos tendemos la mano, que ante la desgracia aparecemos de todas partes y ayudamos, que somos los mejores anfitriones, que somos amables, generosos y solidarios.
¿Mito o realidad? En mi quehacer como consultoría en opinión pública he estado analizando este tiempo de hoyos, ineptitudes, violencias, impunidad e inundaciones, algunos ejemplos que ilustran si somos o no somos.
Asaltos y agresiones a plena luz del día: los amantes de lo ajeno andan sueltos, los violentos también ¿y qué hacemos los demás? Mirar, filmar, dar la vuelta y seguir nuestro camino. Filmar y difundir es una acción, claro, pero no es suficiente según los múltiples comentarios en redes sociales de gente que reclama “¿Por qué nos quedamos solo viendo?”. Ladies vienen, lords van frente a nuestros ojos como una película tarantinesca de violencia e impunidad; pasan las escenas de unos y otros golpeando, amenazando y atropellando a nuestros congéneres… sin que nadie haga nada. Y me pregunto si ya es tan normal vivir así que la única reacción es decir o pensar “qué bueno que no fui yo, qué bueno que no estuve ahí”. Las voces sociales claman esta frase una y otra vez; para quienes nos dedicamos a esto del análisis de lo público y lo político nos parece alarmante, asombroso. Es un signo de descomposición social claro y contundente, pero incluso ya varios medios hacen sus recuentos anuales de este fenómeno.
Inundaciones: nos llega el agua al cuello, literal ¿y qué pasa después? La gente sigue tirando basura a la calle. Nos quejamos de la nueva ley de separación de basura y no tenemos ni idea de cómo lo vamos a hacer realidad. El gobierno de la ciudad no ayuda porque solo impone algo, pero no hay capacitación, guía o educación para la ciudadanía, apenas una app, sin embargo, nosotros tampoco nos informamos, organizamos o alineamos. Para muestra un botón, la semana que entró en vigencia la ley, mis vecinos se estaban ya organizando con el camión de la basura para seguir desechando todo igual y darles una comisión para que ellos hicieran la tarea de separación. ¿Cómo afecta esto a los demás? Saquen sus conclusiones.
Socavón en Cuernavaca: tragedia a plena luz del día, el suelo se hunde y quedan atrapados dos seres humanos. Las autoridades no tienen la capacidad de actuar y reaccionar a tiempo. Tardan 8 horas en total en sacar el auto con dos personas muertas por asfixia y en ese inter, no hay una red comunitaria de apoyo, voluntarios, alguien que diga, voy a hacer algo para intentar sacarlos de ahí. Ocurre lo usual, gente mirando, se acordona la zona y nosotros, los mexicanos, los que nos crecemos ante la desgracia, solo somos espectadores. Eso sí, se armó la rebatinga en Twitter y el escarnio digital para los responsables institucionales. Mucha indignación.
Por último, un ejemplo que me dejó sin palabras. Hace poco tomé un vuelo a otra ciudad; el avión no pudo aterrizar por condiciones meteorológicas y estuvimos 40 minutos arriba dando vueltas. Entre la incertidumbre, la tormenta y las turbulencias, se sentía la tensión, ¿y qué fue lo que empezaron a hacer todos? Prender sus celulares para jugar, hacer llamadas o usar el Whats. De verdad que fue asombroso porque supongo que por algo nos dicen al principio del vuelo que los aparatos deberán estar en modo avión, que “la seguridad es cuestión de todos”.